DE LA CONFIANZA Y LA SOSPECHA

Sin embargo, cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?" Jesucristo (Luc.18:8)

LA SOCIEDAD BAJO VIGILANCIA
En cierta ocasión, al ingresar a un aeropuerto de USA me realizaron el chequeo de rutina, pero después de pasar por el escáner (esa puertita con lucecitas), un funcionario me detuvo. Entonces me hizo entrar en una cápsula que cerró herméticamente, produciéndose un fuerte viento ruidoso como si fuera a levantar vuelo. Al detenerse se abrió la puerta como un ascensor. Pensé que con esa revisión extra por la cápsula espacial podría seguir mi camino hacia el vuelo que me esperaba; pero me equivoqué. Otro funcionario me sometió a un exhaustivo interrogatorio. Me sentí un terrorista o un delincuente. Gracias a Dios, salvé el examen y pude ingresar al dichoso aeropuerto. Fui sospechoso hasta que demostré mi inocencia. 
Recuerdo aquellos idílicos tiempos cuando éramos considerados buenos a menos que demostraran que habíamos cometido un delito. “Presunción de inocencia”, le llamaban. Ahora es “presunción de terrorista”. Después del 11/9 del 2001 el mundo cambió: se instaló el estado de vigilancia permanente. Las cámaras de observación ganan terreno día a día en las calles, transportes públicos, centros comerciales, bancos, oficinas, cajeros automáticos, residencias privadas; continuamente estamos bajo la mira de alguien. En algunos lugares hay una cita irónica, que dice: “Sonría, lo estamos grabando”. 
Asegura Lipovetsky (2009, 281) que “se avecina una vigilancia cada vez más obsesiva, pantallas omnipresentes en nombre de una seguridad consagrada como valor primordial. En algunas ciudades se estan instalando cámaras fotográficas minúsculas en las columnas del alumbrado público capaces de hacer lecturas de reconocimiento facial. También existen aviones sin piloto que surcan los cielos para vigilar el movimiento de la gente. Una firma norteamericana sacó al mercado unos zapatos de deporte con un dispositivo GPS dentro del taco para seguir en pantalla las pisadas de quien lo calce. Hay también GPS para seguir los desplazamientos de un niño. Siempre hay alguien espiando que puede considerarnos sospechoso.

DE LA DESCONFIANZA A LA CONFIANZA 
Es fatal la pérdida de la confianza en la gente, en sí mismo y en Dios. La desconfianza es la enfermedad de la duda, la incertidumbre, miedos, rencores, celos y en sus formas más graves, puede producir perturbaciones de la identidad, paranoia y otros trastornos mentales severos. La desconfianza es el origen de las falsas interpretaciones, el imperio de la "mala fe" y la raíz del descontento. Es un virus social que infecciona la credi¬bilidad de las instituciones, de la sociedad y ataca la inteligencia y la moral. La sospecha es la eterna polilla que corroe la salud física, mental, social y espiritual.

Hay una confianza horizontal (hacia nuestro prójimo, familiares, amigos, conocidos), otra “vertical” (hacia las autoridades y superiores) y una trascendente, hacia Dios. Esta última es la más importante. Es evidente que necesitamos confiar en la gente, por ejemplo, en el conductor que nos llevará a destino, en el médico que da el tratamiento, en el conyugue y los amigos; pero esa confianza siempre es relativa y riesgosa. Por eso los autores bíblicos insisten en creer en Dios, quien jamás falla. La fe en Dios otorga absoluta seguridad ("eres mi esperanza y mi seguridad", Sal.¬71:5) y brinda en todo tiempo protección y amparo ("Tú eres quien me ampara y me protege", Sal. 119:114). Se considera una esperanza falsa cuando no se confía en Dios, sino en la riqueza (Job 31:24), en los hombres (Jeremías 17:5) o en el poder político (Is.31:1; 36:6; Jer.2:37; Ez.29:16; Os.10:13).

Es importante la pregunta que Jesucristo formulara (que aparece en el acápite de este artículo) de si al final de la historia ¿habría fe? Esa interrogante parece ser una profecía tácitamente negativa, como anticipando el imperio de la desconfianza, que hoy la vemos cumplir al observar el acrecentamiento de la sospecha y de los miedos persecutorios. Pero también la pregunta puede leerse como un desafío a la reflexión y a la búsqueda de la fe. Es todo un reto para ver quienes serán capaces de sostener la fe hasta el final; cómo si preguntara: “al final, ¿a quién hallaré con fe?” Los héroes de la fe del pasado aparecen en Hebreos 11, pero los héroes de la fe del futuro no están escritos serán quienes se convertirán en ciudadanos de la eternidad. ¿Seremos nosotros? Para eso es necesario, hoy más que nunca, cultivar la confianza auténtica, la fe en Dios; esa fe que ilumina el lado oscuro del corazón y constituye el mayor potencializador de la vida.

CUENTO SOBRE PERDÓN Y RECONCILIACIÓN 

Un par de hermanos vivían juntos y en armonía durante muchos años. Ellos tenían granjas separadas pero vecinas. Un día tuvieron un conflicto serio, era el problemas más grave después de 40 años de cultivar hombro a hombro, compartir maquinaria e intercambiar cosechas y bienes en forma continua.
Comenzó con un pequeño malentendido y fue creciendo hasta que explotó en un intercambio de palabras amargas, seguido de semanas de silencio.
Una mañana alguien llamó a la puerta del hermano mayor. Al abrir la puerta encontró a un hombre que le dijo:
—Estoy buscando trabajo por algunos días. Quizás usted requiera algunas pequeñas reparaciones aquí en su granja, y yo pueda ser de ayuda en eso.
—Sí— dijo el hermano mayor—tengo un trabajo para usted. Mire al otro lado del arroyo vive mi vecino, bueno, en realidad es mi hermano menor. La semana pasada había una hermosa pradera que nos unía, pero él, desvió el cauce del arroyo para que quedara entre nosotros. Él pudo hacerme esto para enfurecerme—agrego seriamente enojado—pero yo le voy a hacer una mejor.
¿Ve usted aquella pila de maderos junto al granero? —le preguntó al carpintero—quiero que construya una cerca de dos metros de alto, no quiero verlo nunca más.
El carpintero le dijo—Creo que comprendo la situación.
El hermano mayor le ayudó al carpintero a recoger todos los materiales necesarios, y dejó la granja toda la tarde para ir al pueblo por provisiones.
Cerca del ocaso, cuando el granjero regresó, el carpintero había terminado el trabajo. Al mirar el granjero quedó con los ojos completamente abiertos y su quijada cayó del asombro.
No había ninguna cerca. En su lugar, el carpintero había construido un hermoso puente que unía las dos granjas a través del arroyo. Era una fina pieza de arte, con todo y pasamanos.
En ese momento, su vecino, su hermano menor, vino desde su granja y abrazando a su hermano mayor le dijo:
—Eres un gran tipo, mira que construir este hermoso puente, después de todo lo que te he dicho y hecho.
Estaban en su reconciliación los dos hermanos, cuando vieron que el carpintero recogía sus herramientas.
—No…, espera. Quédate con nosotros un par de días más, tengo varios proyectos para ti—Le dijo el hermano mayor al carpintero.
—Me gustaría —respondió el carpintero—pero tengo muchos puentes más por construir.
Anónimo

 

 

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